Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
cual hada, genio, flor o llama pura.
Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla la ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.
Su cola real, colgando en la catarata;
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.
Curvas suelta la cola sorprende,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de palmas de colores.
Salvador Rueda
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